Han pasado 139 años desde aquella mítica manifestación obrera en las calles de Chicago y el espíritu que impulso esa protesta sigue vivo como una llama de esperanza y lucha para las personas marginadas en cualquiera de la sociedades del mundo. Este 1 de mayo nos invita a mirar más allá de los empleos formales tradicionales y a reconocer todas las formas en que las personas trabajan, se reinventa y lucha por un futuro mejor. En el caso de las personas jóvenes migrantes, trabajar y emprender se han convertido en dos caras de una misma moneda: la necesidad de construir dignidad y subsistir en un contexto institucional que suele discriminar a las personas de nacionalidad no chilena o que no sean blancas.
Un panorama desafiante para los jóvenes trabajadores migrantes
Los jóvenes migrantes han visto profundamente afectadas sus oportunidades laborales debido a crisis políticas, económicas y sanitarias en diversos puntos del planeta. Según la OIT, existen cerca de 169 millones de trabajadores migrantes. Este grupo se encuentra sobrerrepresentados en empleos de baja cualificación, a menudo en sectores como agricultura, construcción, limpieza, trabajo doméstico y servicios de salud. A nivel mundial, casi el 47.5% de los trabajadores migrantes son empleados en servicios, 26.7% en industria, y 25.8% en agricultura.
Por otro lado, en un estudio regional de América Latina y el Caribe de la ONG Plan País dirigido a jóvenes migrantes venezolanos, se señala que, más del 83% de los jóvenes encuestados considera que las actuales ofertas laborales no les permiten mejorar sus condiciones de vida, y 77% opina que no existe suficiente inversión en su capacitación para responder a las demandas del mercado laboral.
Entre el empleo y el emprendimiento: caminos paralelos
Frente a este escenario, las juventudes migrantes no se han resignado: han buscado alternativas en el autoempleo y el emprendimiento. En el trabajo de diálogo permanente que tenemos la Asociación Venezolana en Chile, se puede observar como jóvenes afirman que sí hay condiciones para emprender en el país, aunque aún insuficientes, ya que están marcadas por barreras como el acceso limitado al crédito, la falta de redes de apoyo, el desconocimiento de la legislación laboral y la informalidad.
Sin embargo, el emprendimiento no siempre es sinónimo de oportunidad: muchos proyectos son de «supervivencia» y no logran crecer ni formalizarse. El temor al fracaso, acentuado por las dificultades económicas, sigue siendo un factor limitante.
Un llamado a la acción: invertir en empleo digno y políticas de inclusión
Los organismos internacionales, como la OIT y el Foro Económico Mundial, proponen invertir en sectores estratégicos como la educación, la salud, el cuidado y la economía verde y digital. Esta inversión no solo generaría millones de empleos de calidad, sino que permitiría revertir la «cicatrización» laboral de la juventud: esa marca que deja en sus trayectorias profesionales el desempleo prolongado o los trabajos precarios.
Consideramos que para la juventud migrante en Chile es fundamental:
- Crear mecanismos claros de reconocimiento de títulos y competencias profesionales.
- Facilitar la regularización migratoria para acceder a empleos formales.
- Fortalecer los programas de capacitación técnica y digital, especialmente para mujeres jóvenes.
- Estimular políticas de inserción laboral con enfoque de género e interseccionalidad.
Transformar el trabajo joven en motor de desarrollo
Ya sea desde un empleo formal o desde un pequeño emprendimiento, los jóvenes migrantes trabajan cada día para construir futuro. Su energía, innovación y resiliencia deben ser reconocidos no como una carga social, sino como una oportunidad económica y social para el Chile actual.
Este 1 de mayo, celebrar el trabajo implica también levantar la voz por quienes siguen luchando para insertarse laboralmente en Chile, por quienes emprenden en medio de dificultades, muchas veces sin RUT y con esperas de más de 3 años. También por quienes entienden el trabajo no solo como un medio de vida, sino como un acto de dignidad y forma de agradecimiento al país que los acogió. Desde la Asociación Venezolana en Chile recordamos que el trabajo digno no es un privilegio, sino un derecho que urge garantizar en todos los rincones de Chile. Aprovechemos a las juventudes migrantes.