La crisis económica que se vive en varios países de la Unión Europea, empieza a repercutir en distintas partes del globo, principalmente en América Latina y el Caribe. La presunta migración de ciudadanos latinoamericanos a sus países de origen y las consecuencias que trae consigo la disminución de remesas que enviaban estás personas, que incrementaban su PIB Nacional, son una de las causas que deberán de analizar los diversos gobiernos de la región y el impacto económico, social y demográfico que trae consigo este efecto.
Según algunas cifras y estadísticas que se han realizado de estudios migratorios, un componente de inmigrantes centroamericanos y latinoamericanos se trasladaba desde finales del siglo XX y las primeras décadas del siglo XXI a destinos que eran considerados centros de atracción por su calidad de vida y opciones laborales. Ciudadanos guatemaltecos, salvadoreños, ecuatorianos, colombianos y peruanos, estimaban que ingresar a países desarrollados, significa un síntoma de progreso y mejoras en sus expectativas de vida, sacrificando muchas veces su condición humana de vivir malos tratos, discriminación, remuneración poco calificada y vivir concentrados en los denominados «ghettos».
La fuerte recesión económica y los componentes de la deuda financiera que comprometió a países como Grecia, Irlanda y Portugal durante el año 2010, contagió los efectos de contracción económica y de protección de las arcas fiscales a países de la euro zona como España, Italia y Francia, donde se concentra una fuerte presencia de ciudadanos centro y latinoamericanos, y en otras magnitudes, de ciudadanos provenientes de la Europa del Este. Estos efectos produjeron una serie de opiniones y, en algunas partes, acciones sobre el ascenso de los migrantes en estas zonas que eran denominadas “minas de oro”.
La consecuencia de esta crisis, implica un éxodo masivo de este componente migratorio a sus países de origen, como un efecto histórico y de raíz de esta migración, donde en algunos estudios sociológicos se toma el asunto de la migración como un flujo a mediano plazo y con énfasis en el retorno a sus países de origen. Al no verse satisfecha la principal necesidad de esta migración (por conceptos económicos y laborales), se debe considerar el retorno de millones de personas a estos países para enmendar sus pretensiones y buscar una nueva oportunidad.
Consecuentemente a esto, el factor social influye en la medida como la sociedad de acogida y las políticas gubernamentales, integran e insertan a estas personas en los distintos programas de reinserción y en los componentes estatales que entregan para su bienestar social. Sin embargo, este no sería el único síntoma de esta crisis transversal que atraviesan los países europeos y que afectaría a los otros países; muchas de estos migrantes enviaban un alto contenido de remesas a sus países de origen, como concepto del trabajo que hacían en estos países, generando así un vínculo de satisfacer las necesidades básicas de su núcleo familiar. Ahora bien, este efecto pierde fortaleza debido a que el deceso de estas remesas producida por la crisis, afectaría en las economías de dichos países, donde el PIB Nacional se veía fortalecido por este ítem. Países como Guatemala, El Salvador, Honduras, Colombia y Ecuador, se verán con una contracción por este fenómeno, si es que no hay una política de contingencia para dicha consecuencia. Finalmente, esta crisis ha tenido no solamente una consecuencia económica y financiera, sino que también ha repercutido en esferas políticas y por sobre todo, sociales.
Con los efectos expuestos anteriormente, se pretende y busca un trabajo cooperativo e interactuado de diversos actores, ya sea estatales, sociales y privados, donde los dos primeros generen instancias de inserción e integración social a un componente migratorio que buscará su espacio y los últimos (actores privados), en abrir oportunidad y generar un impacto en las economías locales para la búsqueda y promoción del empleo y la productividad de estas personas.