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La integración en la educación

La integración en la educación
Escuela Alemania y su cátedra de historia sudamericana
Fomentar los procesos de integración de los extranjeros es clave para nuestro país. Y hacerlo desde la infancia, por medio del pasado en común, es una interesante manera de encarar el desafío. Así lo entendieron en la Escuela Alemania de Santiago, donde se está impartiendo una clase de historia cuya particularidad es que pretende abarcar a la región como ámbito de estudio. Una interesante apuesta que espera proyectarse a largo plazo.

Por: Emilio José Ugarte

Los desafíos que plantean las nuevas olas migratorias son complejos y suponen muchas variables. La educación no escapa a ellas y el afán de acercar lazos y establecer procesos de integración con los recién llegados puede generar ideas novedosas, originales y muy prácticas. Uno de esos ejemplos lo da la Escuela Alemania, que a partir de este año está impartiendo su clase de Historia, Geografía y Ciencias Sociales de Sudamérica, que pretende generar un vínculo en común entre los estudiantes de enseñanza básica en torno a un lazo también común: el pasado.

El colegio

La Escuela Alemania no es un establecimiento cualquiera. Su principal característica son sus alumnos. De los 350 niños que estudian en este colegio, un 52% son extranjeros. Y de este último porcentaje, un 85% son peruanos. El colegio se ha propuesto hacer de su multiculturalidad su sello. Para eso, nada mejor que los símbolos: los días lunes, mientras en todo Chile se canta solamente el himno nacional, en ésta escuela también se canta con el mismo fervor el himno del Perú. Junto a eso, periódicamente se hacen encuentros y ferias culturales con representantes de todas las nacionalidades de la escuela. Caso único en el país.
¿Por qué hay tantos extranjeros? El director, Leopoldo Cerda, nos cuenta que “el inmigrante tiene que llegar a un sector donde haya viviendas económicas. Y Santiago Centro posee casas grandes que se pueden arrendar por piezas. Como todas son familias jóvenes, tienen hijos que hay que mandar a la escuela”. Gran parte de los extranjeros que llegan a Chile lo hace sin documentos. Por lo tanto, una vez en el país, se les hace muy difícil insertarse laboralmente y acceder a los beneficios sociales. “Que un niño no tenga papeles, no tenga RUT, es un contratiempo. Ante ese tipo de cosas no les ponemos dificultad”, dice Cerda, quien agrega que  “ese tipo de cosas los apoderados las perciben y se van pasando el dato. Se percibe esa apertura que le da un perfil especial al colegio”.  Que los alumnos sean indocumentados no es un mero dato para los colegios. Un alumno sin papeles se vuelve  “invisible” para las estadísticas del Estado.  No están incorporados al IVE, Indice de Vulnerabilidad Escolar. Y como los colegios reciben aportes económicos de acuerdo a los niños que tengan, esto es un problema.

El proyecto

Héctor Pezoa, profesor de castellano, vicepresidente de la Corporación Ayún y Director de la Secretaría Ciudadana de Migrantes, lleva más de una década trabajando con los migrantes. Sus actividades coincidieron con las primeras campañas de regulación migratoria por parte del Estado, de las que la institución se hizo parte. En esa oportunidad se le acercaron de la escuela para pedirle ayuda. “En la sexta campaña, año 2008, Juan Carlos Llanos, profesor de Historia en la Escuela Alemania, nos pidió ayuda. Habíamos creado una cátedra de integración sudamericana en la Universidad Arcis con docentes y dirigentes sociales de Argentina, Bolivia, Perú y Chile. Y allí este mismo profesor, apoyado por su director, Leopoldo Cerda, nos reiteran lo mismo.”  Fue la piedra fundacional del proyecto.

“El director provincial de educación”, dice Pezoa, “se interesó y nos dijo que se podía resolver vía interna, si es que el colegio determinaba solicitar un espacio dentro de las horas curriculares para una asignatura de estas características.  El ministerio aportó un curriculista, Marcelo Zamora, quien nos ayudó a crear una malla.” Nació así la asignatura de Historia, Geografía y Ciencias Sociales de Sudamérica.  Los vínculos con la Universidad Arcis fueron fundamentales. La universidad no sólo había colaborado con una cátedra de integración, sino que realizó donaciones luego del terremoto de febrero de 2010. El director de la Escuela de Historia y Ciencias Sociales de esa casa de estudios, Pedro Rosas, puso a disposición un grupo de estudiantes y profesores decididos a darle forma más concreta. “Elaboramos un texto completísimo para el profesor, con trabajo voluntario de pregrados y postgrados de la propia Universidad Arcis que nos
ayudaron en el texto, aunque no pudimos conseguir recursos para imprimir el libro para los niños”, comenta Pezoa.

La falta de apoyo es el principal problema para que éste y otros proyectos puedan tener éxito. “Este proyecto no tiene apoyos específicos, sólo voluntarios como la profesora Bernardita Salinas, que imparte las clases, el director Cerda, el profesor Llanos y las personas de la Arcis que elaboraron el texto”. En el proyecto colaboraron Ricardo Jiménez, Nicolás Vergara,  Marcela Ortega, Ana Pinto y la profesora argentina Victoria Vaca Narvaja. Junto a ellos cabe agregar al director de la cátedra de Historia y Geografía, Pedro Rosas y el vicerrector de la Arcis, Andrés Pascal Allende. “La idea nos resultó atractiva”, dice Leopoldo Cerda. “Nos hicieron una presentación y finalmente se hizo un programa de estudio que apadrinamos y apoyamos. Hicimos el trámite administrativo y la presentación al ministerio, que lo aprobó el año pasado. Es una asignatura más, que se rige como cualquier otra, pero cuya temática es distinta y se ha ido desarrollando durante el año con todo lo que significa que es una décima hora de clase.”

Héctor Pezoa cree factible llevar la idea y la experiencia a otras escuelas y dar con los esquivos recursos. “Estamos haciendo los últimos intentos para conseguir apoyo para publicar estos textos. Estamos intentando conseguir hacer un diplomado vía e-learning, tenemos el apoyo de la Universidad del Mar,  que nos permita calificar a estos maestros con algunas clases presenciales, hacer una práctica y la universidad acreditarle el diploma. Para eso necesitamos los recursos.”

Los profesores

Juan Carlos Llanos, profesor de Historia y Geografía de la Escuela Alemania, fue uno de los más entusiastas promotores de la clase. “Los planes de estudio están orientados a la Historia de Chile. Y cuando llegaba un alumno de octavo año y tenía que presentarse a la prueba Simce, teníamos otro problema. No teníamos ni el tiempo para nivelar ni la posibilidad de presentar a un alumno migrante para que tuviera éxito. Ahí nos dimos cuenta que todas estas mediciones estandarizadas no reflejaban las capacidades de los alumnos. Cuando les presentamos este problema al ministerio, fueron los primeros que nos sugirieron cambiar la orientación historiográfica, hacer un plan de estudio desde una visión latinoamericana o sudamericana” cuenta.

La diversidad del alumnado es el mayor capital de la escuela, según Llanos. “Aquí se encuentran con diferencias en un contexto de vulnerabilidad muy notoria. Se están formando redes culturales. ¿Y qué hacemos nosotros? Potenciarlas.”
La profesora del curso, Bernardita Salinas, nos explica que “la clase se compone de tres unidades: la primera dedicada a los mapas, que nos da la visión subjetiva de cómo somos y cómo nos vemos inmersos en este mundo como sudamericanos. En la segunda unidad estamos planteando el tema del relieve sudamericano y en la tercera unidad estamos viendo el tema de las migraciones, como el continente americano se fue poblando con los distintos pueblos y culturas que se fueron desarrollando.”

Sobre la dinámica de la clase nos cuenta que “partimos con una lluvia de ideas y repasamos algunos contenidos de la clase anterior. Pensamos que si se da la cátedra el próximo año, en horario distinto, con el texto del profesor más ordenado, preciso y además con el texto del alumno, que es lo principal, puedan los niños sentirse motivados.”

Balance positivo, pero…

Héctor Pezoa no descarta bajar la cortina en caso de no contar con los medios para seguir adelante, pese al buen balance del proyecto. “Estamos buscando un apoyo en el extranjero, tenemos amigos que nos han apoyado en otras iniciativas y nos han dicho que es interesante. De no ser así, no me atrevo a continuar el próximo año. Si el establecimiento consigue financiamiento para la profesora podría continuar. Eso lo tenemos que tener claro antes de un mes porque el libro hay que imprimirlo, el año se acaba.”

Leopoldo Cerda rescata la importancia del enfoque. “Pienso que es una mirada muy integracionista, que rescata los valores de las culturas prehispánicas. Acá empezamos a hablar desde cuando llegaron los españoles y no se rescata nada de lo que hay para atrás. Además, en mi opinión, no nos podemos quedar sólo en ver la historia de Sudamérica, sino en qué significa que tengamos una historia común. Tenemos un montón de cosas  en común desde antes de la llegada de los españoles.”

Juan Carlos Llanos piensa que la experiencia ha valido la pena. En su opinión hay cambios importantes que hacer, en especial con los horarios, para que el proyecto sea aún más atractivo. “Son las dos últimas horas del día lunes, esa es una de las debilidades. Hay que encuadrarlo en un mejor horario, las dos primeras horas de la mañana, por ejemplo.” Bernardita Salinas también se muestra optimista y satisfecha. “Nuestro afán es hacer a los niños críticos, hacerlos sentir que sí son importantes. Estamos tratando de que tengan una mirada crítica frente a la vida y a lo que están viviendo. Los niños se sorprenden, les gusta saber de todo esto y para nosotros los profesores es una forma rica de entender desde una nueva perspectiva quiénes y cómo somos, sin sentirnos menoscabados o periféricos. Toda esa carga ideológica es la que estamos tratando de sacar con estos contenidos.” dice.

 

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