Los Wayúu: la delgada línea entre lo cultural y el abuso

Mutilación genital femenina, matrimonios con niñas menores de 9 años de edad o planchado de pechos en las mujeres, son sólo ejemplos de cómo algunas tradiciones culturales en el mundo son abiertamente cuestionadas por la violación de los derechos humanos. Y, si bien siempre se habla del respeto por las tradiciones culturales para una sana convivencia, ¿cuál es la delgada línea de lo tradicional y el abuso?

La polémica se desató en Colombia porque un locutor de radio entrevistó a un supuesto «palabrero», como se conoce entre los indígenas Wayúu de la región de La Guajira, al hombre encargado de, entre otras funciones, mediar en conflictos internos. Durante la conversación se habló abiertamente de la compra y venta de mujeres, algo que evidentemente es, no solamente ilegal, sino también aberrante en la sociedad colombiana. (Vea la entrevista aquí)

Aunque algunos integrantes de esta comunidad indígena, como María del Tránsito Iguarán, en entrevista con la W Radio, niega la existencia de estas explícitas prácticas que mencionaron en el programa de radio como tradición, lo cierto es que lamentablemente sí existen. Por lo menos así lo afirman algunas personas que contactamos y que preferimos no difundir su identidad.

«El tráfico y compra de mujeres, es una práctica que sin lugar a dudas ha permanecido durante mucho tiempo, marcado en unos contextos más que en otros, y para el caso colombiano y más directamente para la zona de la Alta Guajira, no es la excepción, en donde las cabezas de las familias “palabrero”, pueden de una manera u otra vender a sus hijas por dinero, ganado, chivos o por otro tipo de mercancías que bien pueden ser hasta carros de lujo.«, indica.

Asimismo, el movimiento Alternativo Indígena y Social, MAIS, en su cuenta de twitter afirma que prácticas de este tipo son situaciones deplorables que necesitan soluciones a corto plazo.

A lo que se refiere nuestra fuente anónima es a La Dote, lo que para esta y otras culturas indígenas, nada tiene que ver con una transacción para convertir a las mujeres en esclavas, sino como «garantía de respeto a la mujer y sus familias«, según lo indican algunas mujeres indígenas en redes sociales, protestando por la dicha entrevista que desató la polémica.

Le preguntamos al profesor universitario Luis Guillermo Monsalve, comunicador social, psicólogo y Magister en Desarrollo Educativo y Social, acerca de cómo diferenciar el respeto por una cultura y lo permitido como derecho humano:

«…es importante el tema de lo cultural como identidad y forma de vida, pero debe prevalecer la dignidad y la capacidad de decisión de una persona (en ese caso una mujer) para poder optar por una situación en donde, de una u otra manera, se denigre su vida, desde una venta desnaturalizada de su ser. Ante todo, prevalece el tema del derecho como tal, de esta manera se entiende que desde lo occidentalizado también se puede percibir el atropellamiento a la vida, a la coerción de la libertad, por los intereses de dos partes o de una costumbre que finalmente esclaviza y oprime la condición de un ser humano.»

Pero entonces, ¿hasta dónde las culturas se deben flexibilizar para poder convivir con el resto de culturas y no caer en ilegalidades? El académico indica lo complejo del asunto, debido, incluso, a las relaciones de poder dentro de las mismas culturas:

«Es un punto muy crítico, en tanto existen y persisten en diferentes culturas ideologías marcadas dentro de sus auges culturales, no obstante, también se convierten en situaciones políticas que de una u otra manera posibilitan precisamente no ver más allá de los hechos o situaciones, sino que se centralizan en sus costumbres, leyes, gobernanzas (lo político y poder simbólico), y no ven más allá de las ilegalidades realizadas al interior de sus vínculos familiares o grupales en tanto la cultura, se vuelve denigrante y no una opción por dar a conocer el arraigo netamente cultural, sino que también tienen una serie de representaciones sociales e ideologías que sin duda conducen a la materialización de situaciones en contravía con los derechos humanos y por ende en lo ilegal desde sus apuestas de orden y leyes.»

Pero, ¿qué pasa si una mujer se niega a casarse? Indagando sobre este tema encontramos una entrevista de RCN del presente año, donde una niña de 16 años denuncia que huyó de su hogar, cuando tenía 14, porque sus padres la estaban obligando a casarse con alguien que estaba ofreciendo 20 millones de pesos por ella.

“Yo no me fui a vivir con él porque no me dejé, no quise”. Uno se siente como rara, como un animal que están vendiendo. Yo tuve que salirme de la casa, hay otras niñas que se atienen a lo que dicen sus padres pero yo no, yo no me dejé, no quise”, menciona la menor en la entrevista.

Para esa cultura, las mujeres -o muchas veces niñas menores de edad- no tienen la última palabra en el planeado matrimonio. Así deja en evidencia la entrevista de Opinión Caribe a Sandra Gnecco, integrante de la comunidad Wayúu donde dice que «si la propuesta es aceptada por los tíos maternos y el padre, la mujer Wayúu debe obedecer sin importar cuál sea su opinión».

Esto deja en entre dicho cuál es el verdadero papel -y poder de decisión- de las mujeres en dicha comunidad y también se puede cuestionar si se están violando los derechos a las mismas.

Las autoridades colombianas están tomando cartas en el asunto para indagar en este tipo de prácticas, pero es importante recalcar que toda práctica cultural se debe respetar, siempre y cuando no se vulneren los derechos humanos, por muy ancestral que sea.

Foto de: RT Noticias

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