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Escobar El Patrón del Mal

Escobar El Patrón del Mal

No hay ningún problema con que se construya ficción a partir de hechos reales, lo preocupante aparece cuando se deja ver la perspectiva desde donde se articula ese discurso. Recrear situaciones del pasado permite enfrentar nuevamente los fenómenos, analizarnos con la serenidad que solo brinda el tiempo y generalmente, identificar los errores de tal manera que no se vuelvan a cometer.

De acuerdo a esa lógica la nueva propuesta de Mega sería un acierto, pero la realidad indica que está lejos de serlo. Escobar, el Patrón del Mal, serie que se estrena el próximo mes, no aborda el fenómeno de la violencia y el narcotráfico que padeció colombia durante décadas pasadas con la seriedad que dichos flagelos ameritan.

Si bien los contenidos expresan hechos icónicos que dan cuenta de la lucha que mantuvo Pablo Escobar contra la institucionalidad de un país con el fin de evitar la extradición a los Estados Unidos, no dejan de ser  pobres caricaturas que no reflejan la gravedad de los acontecimientos y que tienden a presentar a los más viles asesinos como figuras cercanas y empáticas.

El devenir histórico de Chile ha sido diferente al de Colombia, pero también ha sido protagonista de momentos lamentables que en la actualidad nutren parte importante de las parrillas programáticas de los canales de televisión. Series de “ficción” que exponen los abusos cometidos por la dictadura y que no tienen ningún interés en humanizar la figura de Pinochet, ni de justificar los abusos que se cometieron durante los años que estuvo en el poder. En Alemania no se cuestiona el mal causado por Hitler y en España se averguenzan de las atrocidades cometidas durante la época de Franco.

Sería bueno que en Colombia advirtieran las consecuencias que series como Escobar, el Patrón del Mal pueden traer. El jefe del Cartel de Medellín es uno de los mayores asesinos de la humanidad, no le tembló la mano a la hora de dinamitar un país entero con tal de conseguir sus objetivos y no puede ser que ahora se presente como un hombre de familia, sencillo y exitoso que se enfrentó a su propia muerte como un acto de valor.

No es un tema de censura, es una cosa de criterio y sentido común. No más falsos dioses. Basta con la promoción de discursos que avalan a la delincuencia como la vía rápida al éxito y la plata fácil.

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