¿Celebramos el 18?

Para todo el mundo empezó septiembre, en algunos países puede ser un mes más, pero en esta parte de la tierra septiembre es un mes especial, Chile celebra sus fiestas patrias, resume en dos fechas, 18 y 19 de septiembre, la primera junta nacional de gobierno y las glorias del ejército.

Son días feriados, de jolgorio desmedido (o medido), bien merecido y a veces incluso se puede aprovechar para descansar o pegarse un buen viaje.

Septiembre es un mes de tradiciones, que una puede percibir en el aire cuando se cocinan empanadas, se puede ver autos y taxis llenos de banderas o cintas tricolores, casas, comercios y oficinas públicas con banderas chilenas y quizá se me pasen más cosas, pero en mi mirada de ciudadana de a pie esas son las que destacan.

Personalmente me identifico poco con el dieciocho, no por ser inmigrante sino por carecer desde siempre de ese sentimiento patrio que a veces incluso es exagerado o exacerbado por algunos grupos. Además, en mi familia nuclear, septiembre es un símbolo de desarraigo, desapariciones y exilios forzados por la dictadura de Pinochet. Viví con eso, y al igual que mi papá, el sonido de las cuecas, la chicha y las empanadas me dan una sensación similar a la nostalgia.

Este septiembre es diferente para mí, pues mi hija está escolarizada y como todas las niñas y niños en jardines o escuelas, viven septiembre de fiesta y cultura chilena. Está aprendiendo bailes típicos y reconoce comidas y brebajes chilenos. Me da gusto y emoción que las conozca y de paso me haga saber más a mí sobre la cultura de Chile; que sepa que en el norte se practican bailes diferentes que en el sur y que en el sur se comen otras cosas que acá en Santiago no. ¡Que las personas que viven en el norte saborean golosinas llamadas “chumbeque” y que se come la carne de llamo! Y me contagie con su emoción por usar falda y capa para bailar “la reina del Tamarugal”, vestirse rapa nui o bailar y aprender a cantar “un gorro de lana”. Ella tiene casi cuatro años, y le tocó nacer acá en Chile, es hija de inmigrante y tiene todo el derecho y la curiosidad como niña a conocer la cultura del país donde le ha tocado vivir, esta cultura se conoce bailando, comiendo, degustando sabores, cantando. 

Todas las personas, de todos los colores, de todas las nacionalidades tenemos derecho al acceso a la cultura del país que habitamos, TODAS.Y aquí quería llegar, pues hace un par de días quedé pensativa por un twet que leí donde el twitero, se declaraba feliz porque en el colegio de su hijo de 11 años, gracias al empuje de algunos apoderados, lograron que los alumnos y alumnas inmigrantes no bailaran danzas chilenas en los actos de las fiestas patrias y, en cambio, participarían en otra actividad mostrando bailes de sus países de origen.

Me hice algunas preguntas: ¿Cómo una institución educativa les dice a niñas que tienen entre 4 y 14 años que no pueden ponerse los mismos vestidos que sus compañeras de curso? ¿cómo le explican a esos niños y niñas que ellos tienen que bailar y cantar otras canciones diferentes a las que cantan sus compañeros y compañeras? ¿Cómo hacen para solapar esta dañina manera de discriminar?

Los invito a que reflexionemos sobre el tipo de mensajes que entregamos a nuestros hijos e hijas con respecto a las tradiciones.Rescatemos la cultura y accedamos a ella y también fomentemos a los nuevos habitantes a que la conozcan y disfruten. No seamos cómplices de chovinismos absurdos. Y, por sobre todo, seamos conscientes de que los niños y las niñas nada tienen que ver con las decisiones de los adultos que llevan a cambiarse de país, por ejemplo,o ir a “equis” escuela, son infantes,y a nosotros nos corresponde respetarlos íntegramente.

Ah. Por suerte el twetero borró su twet, espero también haya aplacado su deseo de quitarle derechos a compañeras y compañeros de su hijo.

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